Tras siglos de
supervivencia, el castaño se enfrenta ahora a dos terribles amenazas:
las plagas y el abandono por parte del ser humano, el mismo que hace
siglos los trajo a la Península Ibérica y los utilizó para alimentarse
de su fruto y utilizar su madera.
ECOticias.
Con la llegada de noviembre, se iluminan las brasas de los
vendedores de castañas asadas, cuya clásica imagen permanece asociada a
los inviernos de Madrid y otras ciudades españolas desde hace más de
un siglo.
Pese a que los vendedores son habitualmente quejumbrosos con respecto
al futuro de su actividad, los datos del consistorio con respecto a la
concesión de licencias para venta de castañas y tubérculos asados
dicen todo lo contrario. Según publica el Boletín Oficial del
Ayuntamiento de Madrid, 64 de los 72 vendedores autorizados, casi el
90%, han prorrogado su licencia para vender castañas en el año 2012, en
el que Madrid contará además con cuatro nuevos puestos de venta.
En este extremo de la cadena, podría parecer que el de las castañas
es un mercado boyante y con futuro. Sin embargo, las cosas son
diferentes en los bosques donde nacen estos frutos.
Este año, a cientos de kilómetros de Madrid, en el noroeste español,
kilos de castañas quedaron sin recoger, envueltas en sus erizos. “En
Galicia y en general en el noroeste, lamentablemente hay muchos soutos [voz
gallega para las zonas pobladas de castaños] que se están abandonando
por la despoblación rural”, dice Ignacio Díaz-Maroto, profesor de
Ingeniería Agroforestal en la Universidad de Santiago de Compostela.
“Los soutos son ecosistemas antrópicos, totalmente
modificados por el ser humano”, cuenta Díaz-Maroto. Hoy en día, el
abandono del medio rural está llevando a que en muchos soutos
ni siquiera se recoja la castaña. Existen zonas, en El Bierzo o en la
frontera entre Lugo y Asturias, donde todavía hay una tradición, pero
el ingeniero apunta que “la mayoría de la población que los mantiene es
de edad bastante elevada. Entonces, la duda es qué va a suceder cuando
esa gente ya no recoja la castaña”.
La tinta y el chancro
Además de esta amenaza, para Díaz-Maroto, la principal, los castaños
tienen desde hace décadas un grave problema con las plagas. Desde el
punto de vista fitosanitario, ha habido avances importantes en la
enfermedad más devastadora para esta especie, la llamada 'enfermedad de
la tinta del castaño' provocada por el hongo Phytophthora cinnamomi.
Esta solía afectar primero a las raíces, ennegreciéndolas y
pudriéndolas hasta alcanzar un tono negro-azulado; a continuación, la
base del tronco se pudría y la corteza se agrietaba hasta comenzar a
exudar una resina negra.
A lo largo del siglo pasado, la estrategia más eficaz para proteger
al castaño consistió en el cruce de ejemplares europeos con asiáticos
–más resistentes a esta enfermedad–. Sin embargo, completar todo este
proceso requiere entre 20 y 25 años. “Desde el punto de vista
científico, hoy en día se han conseguido clones resistentes a la tinta”,
dice Díaz-Maroto, apuntando que desde 2005, todas las nuevas
repoblaciones de castaño en Galicia se realizan con clones.
Antonio Ballester y Ana Vieitez, investigadores del CSIC que
trabajan desarrollando variantes transgénicas de los castaños,
apuntaban en un artículo de 2009 que estas variedades mantienen
“prácticamente al 100% su carácter de castaño europeo (Castanea sativa), la única diferencia es que son resistentes” a la enfermedad de la tinta.
“Ahora el problema principal es el chancro, el cáncer del castaño”, dice Díaz-Maroto. El chancro, producido por el hongo Cryphonectria parasitica
va poco a poco afectando al árbol, no es tan destructivo como la tinta
pero aún no se ha encontrado un remedio lo suficientemente potente para
acabar con él. “Aún así, yo creo que se va a lograr”, dice
Díaz-Maroto.
De acuerdo con los investigadores del CSIC, “ahora que los sistemas
de transformación genética están disponibles, el tiempo requerido para
introducir un número pequeño de genes en las líneas embriogénicas de
castaño y aclimatar las plantas transgénicas disponibles para llevar a
cabo los ensayos de resistencia a chancro podría estimarse entre dos y
cuatro años”.
El castaño es un árbol de crecimiento lento que puede tardar entre
ocho y 25 años en empezar a dar frutos. Quizá dentro de un tiempo, casi
todas las castañas asadas que se vendan en la calle tengan un origen
transgénico. Otro de esos casos donde la vanguardia rescata a la
tradición.
Los castaños tampoco son inmunes a la sequía o al calentamiento.
Este año, la falta de precipitaciones en el noroeste de España ha
afectado a la producción de castañas, cuya cosecha se ha reducido en
torno a un 40%, una cifra que concuerda con la anunciada recientemente
por las cooperativas castañeras del Valle del Jerte (Cáceres) y la
Asociación de Jóvenes Agricultores de Málaga.
“Además, la castaña que se está produciendo es pequeña y de muy baja
calidad”, dice el profesor de la USC, “porque el castaño se ha quedado
sin reservas hídricas y la forma que tiene de defenderse es tirar la
castaña, incluso antes de que esté realmente formada”. En declaraciones a
Europa Press, José Carlos Ruiz, técnico de Asaja Málaga, hizo una
distinción entre dos tipos de variedades de castañas: la castaña
temprana o portuguesa, cuya producción fue “excelente, tanto en calidad,
calibre como en kilogramos recogidos” y la castaña pilonga, principal
variedad de la zona y cuya recogida fue “una de las más duras de los
últimos años” debido a la falta de precipitaciones y aumento de las
temperaturas.
La pregunta pasa a ser qué futuro espera entonces a una especie que,
pese a ser considerada autóctona, no aparece espontáneamente si no es
cultivada por el ser humano. En el departamento de Ingeniería Forestal
de la USC han realizado trabajos sobre la calidad de la madera en estas
variedades clónicas, estudiando “la posibilidad de que se utilicen
para producir madera de calidad en lugar de castañas. En la madera
creo yo que está el futuro del castaño”, dice Díaz-Maroto.
Toneles cargados de taninos
Se teme que, debido a la falta de población alrededor de los soutos,
la tarea de mantenerlos para producir castañas resulte cada vez más y
más laboriosa. “Si se sustituyen para producir madera, el esfuerzo para
mantenerlas va a ser mucho menor y el rendimiento mucho mayor”, dice
Díaz-Maroto. Por el parecido que su madera guarda con la del roble, los
ingenieros están estudiando su uso en la fabricación de toneles.
Conocido como 'el hermano pobre del roble', la madera de castaño “tiene
una carga de taninos, los compuestos que ayudan a que el vino tenga ese
sabor tan particular de crianza”, señala el ingeniero.
Desde que los romanos los importaran a la Península Ibérica para
alimentar a sus tropas con pan de harina de castaña, a estos árboles
siempre se les ha encontrado utilidad. Han servido para construir cunas
y ataúdes, para alimentar a humanos o a animales. Desde hace siglos,
sanos o enfermos, naturales o transgénicos, a finales de verano, los
bosques de castaños anegan el suelo de hojas anaranjadas, y sobre
ellas, puntiagudos erizos rubios y dentro de ellos la cáscara,
brillante, color chocolate.
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