Cuando la crisis aún no nos golpeaba de una manera tan soez, oíamos a
me-nudo que la salida pasaba por alcanzar un modelo de desarrollo
diferente.
Era posible imaginar, entonces, que los dirigentes
políticos y económicos se habían dado cuenta de la importancia de la
ciencia y la tecnología para conseguir un mundo mejor, y también del
relevante papel del capital natural en nuestra riqueza colectiva. Que
tratarían de impulsarlos.
Al parecer, el tsunami de la deuda, el
déficit y la prima de riesgo se han llevado por delante todo eso. Aún
así, ciencia y medio ambiente son cada día más imprescindibles y alguien
tiene que decirlo. No sólo los científicos en sus revistas y sus
congresos, sino también los medios de comunicación social.
"En
una sociedad democrática escribió Stephen Hawking, los ciudadanos
necesitan poseer unos conocimientos básicos de las cuestiones
científicas, de modo que puedan tomar decisiones informadas". Es
fundamental una sociedad más crítica, menos crédula, más racional y
científica, en definitiva.
Esa sociedad aceptará y asumirá que
destruyendo la naturaleza pierde riqueza, no la genera. Para llegar
hasta ahí, sin embargo, hay que apostar por ello.
A juzgar por los recortes venidos, y los que vendrán, no son estas las preocupaciones de nuestros gobernantes. Público, que optó desde el primer día por la ciencia y el medio ambiente, tan postergados, tiene muchísimo que decir.
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