lunes, 16 de enero de 2012

Entrevistas a Jeremy Rifkin

"Cuando confluyen las revoluciones en el ámbito de las comunicaciones y de la energía, todo cambia, incluido el pensamiento de los seres humanos"
Odile Rodríguez 
Economista y experto en relaciones internacionales. Presidente de de la Fundación de tendencias económicas basada Washington DC. Autor de 17 libros -éxitos de ventas- traducidos a más de 30 idiomas sobre el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la sociedad, la economía y medio ambiente, es además consejero de la Comisión y Parlamento de la Unión Europea y de Primeros Ministros de varios países como Eslovenia, Alemania, Portugal y España. Sus artículos son publicados de forma asidua en periódicos de Estados Unidos y Europa. Además de completar sus actividades como formador de presidentes y altos directivos de corporaciones de todo el mundo y como profesor en la Universidad de Maryland, es un conferenciante que hasta la fecha ha hablado en 200 universidades y otros foros de más de 30 países en el mundo.
Existen personas que no pueden pasar desapercibidas. Seres humanos cuyo pensamiento, mensaje y trayectoria es tan portentoso que uno se sorprende de descubrirlos por primera vez. Jeremy Rifkin es uno de estos hombres cuyo discurso puede generar, o no, acuerdo pero que sin duda logra agitar las conciencias de todos los que tienen la oportunidad de escucharle o leerle. Sus conjeturas son tan asombrosas que uno no puede evitar preguntarse sobre su aval o rigor, sospechando de la credibilidad de un posible charlatán iluminado. Sin embargo, su meteórica carrera e influencia en gobiernos de todo el mundo, proyectan sus ideas con aún más fuerza si cabe.


¿Qué quiere decir cuando habla de la tercera revolución industrial?


Tenemos que entender el momento crucial en el que nos encontramos para el futuro de las especies y el futuro de nuestro planeta. Se trata de una realidad del momento actual, el cambio climático está ocurriendo ahora mismo. También nos enfrentamos al espinoso problema del final de la edad del petróleo, el ocaso de la edad de los combustibles fósiles.


Bien, estos problemas hermanados: el cambio climático y el final de la era energética, forzosamente nos obligan a meditar cómo debemos enfrentarnos a ellos. Y esto me lleva a su pregunta. En mi opinión, las grandes revoluciones económicas de la historia ocurrieron cuando los seres humanos cambiamos la forma de organizar las fuentes de energía del planeta, primero; y segundo, cuando cambiamos la forma de comunicarnos entre nosotros y así poder crear nuevos regímenes energéticos. La confluencia de una revolución energética y una revolución en las comunicaciones propicia los patrones que cambian la historia de la humanidad para siempre.


A principios de la era moderna la revolución en las comunicaciones la protagonizaron la imprenta y la alfabetización masiva que al confluir con el carbón, el vapor y el ferrocarril dieron lugar a la primera revolución industrial. La primera generación con electricidad, telégrafo y  teléfono es la del siglo XX. Esta revolución en las comunicaciones coincidió con la del petróleo y el motor de combustión interno, y de esta confluencia surgió la segunda revolución industrial. Ahora estamos en su última fase, en el crepúsculo, el final de esta era. El motivo por el que explico todo esto es que ahora nos encontramos en los comienzos de la tercera revolución industrial que, posiblemente, podría ser lo suficientemente importante como para enfrentarse al desafío del cambio climático y al final de esta era energética. En los últimos 15 años hemos experimentado una revolución muy importante en las comunicaciones: ordenadores personales, internet, comunicación por satélite, wireless o wirefire. Esto es lo que llamamos Comunicación Distribuida.


Lo que en este momento estamos empezando a advertir es la coincidencia de esta nueva revolución en la comunicación distribuida con un nuevo régimen energético que podría dar lugar a la tercera revolución industrial: el nuevo régimen energético es la energía distribuida. El carbón, el petróleo, el gas, el uranio no se encuentran en el jardín de las casas de casi nadie en el mundo, por eso son elitistas, porque sólo se encuentran en ciertos lugares del mundo, requieren grandes inversiones militares para su seguridad, grandes inversiones políticas para su gestión, grandes inversiones de capital para su organización, y siempre las organizan de forma jerarquizada, muy centralizada los gobiernos más influyentes y las empresas multinacionales más poderosas. Estamos al final de esta era; nos encontramos en el crepúsculo, en el ocaso de la era de la energía centralizada de élite.


Ahora bien, ¿cuáles son las energías distribuidas? Son las energías que se pueden encontrar en los jardines de las casas: el sol brilla en todas las casas del mundo; el viento sopla en todos los lugares del mundo; todos generamos basura; en muchas zonas del mundo hay residuos forestales y agrícolas…


El primer pilar son las energías renovables, el segundo pilar es la forma de almacenaje de estas energías y es aquí donde entra en juego el hidrógeno. El hidrógeno almacena las energías renovables de la misma forma que la tecnología digital almacena la información en los ordenadores. El hidrógeno es un componente básico del universo y el más ligero. Cuando se utiliza como energía los únicos productos residuales que se generan son agua y calor, agua pura y calor, sin contaminación. Con esto ya tenemos energía almacenada. Ahora la pregunta es ¿cómo la distribuimos? La distribución es el tercer pilar de la tercera revolución industrial.


El tercer pilar es la Red de Distribución Energética Inteligente. Aquí es donde la revolución en las comunicaciones de Silicon Valley, la revolución de internet, confluye con las energías renovables para dar lugar a la tercera revolución industrial. Lo que tenemos que imaginar, es que dentro de veinte años, cada edificio en España y en Europa, cada oficina, cada fábrica, cada hogar, cada vehículo, cada parque tecnológico estará totalmente reconfigurado para ser una central energética. Es decir, que cada edificio cargará o recogerá su propia energía renovable.


De esta forma cada edificio se convertirá en su propia central energética y acumulará energía renovable local que se almacenará parcialmente en forma de hidrógeno para su distribución. Aquí es donde entra en juego la revolución de las TI, utilizaremos exactamente la misma tecnología que creamos en Silicon Valley para internet, exactamente la misma tecnología, y convertiremos la red de distribución energética de la Península Ibérica y de Europa en una red de distribución energética inteligente, tal y como lo hicimos con internet, y que llamamos intergrid. De forma que cuando usted y yo y millones y millones de personas produzcamos nuestra propia energía, de forma local, en nuestros edificios, almacenaremos hidrógeno, y el exceso que acumulemos y no necesitemos lo enviaremos a esta intergrid inteligente y lo compartiremos entre nosotros. Igual que producimos nuestra información y la compartimos a través de internet con millones de personas. La nueva revolución en TI, Tecnologías de la Información, se llama tecnología grid, y se está expandiendo por toda Europa y América. Ahora tenemos el software que nos permite tomar miles, decenas de miles de pequeños ordenadores que si están aislados no tienen demasiada potencia, pero ahora tenemos el software que nos permite conectar esas decenas de miles de pequeños ordenadores y crear tal cantidad de energía distribuida como nunca podríamos conseguir con los superordenadores más centralizados del mundo. Esta magnífica tecnología de TI ya puede enviarse a través de las líneas de transmisión de las redes energéticas de forma que si millones y millones de personas producen su propia energía en sus edificios, sus oficinas, sus fábricas o sus hogares, y la almacenan en forma de hidrógeno, dentro de veinticinco años la podremos compartir entre todos utilizando esta tecnología de distribución a través de internet, entonces podremos crear mucha más energía y distribuirla mucho más rápido de lo que nunca podrá hacerlo una planta de carbón, petróleo, gas natural o energía nuclear centralizada.


Esto que acabo de exponer resumidamente es la tercera revolución industrial. Lo va a cambiar todo porque es energía para las personas, es de libre acceso, es código abierto. Cambiará nuestros modelos empresariales, cambiará nuestras instituciones políticas, cambiará nuestra cultura y estoy convencido de que es la forma adecuada de enfrentarnos al cambio climático; ahora necesitamos avanzar hacia el próximo periodo de la historia.


Parece que el eje central de la tercera revolución industrial es la producción y el control descentralizados tanto de la energía como de la información. ¿Cree que podría o debería ocurrir lo mismo con la producción ecológica y sostenible de alimentos, es decir, la implementación de la producción y del consumo local de la mayoría de los alimentos de una forma bastante más autosuficiente?


En los últimos años ha surgido un interesante movimiento llamado Slow Food, que promulga que empecemos a crear sofisticadas explotaciones agroecológicas, muy complejas, de forma que podamos cultivar y distribuir alimentos de forma local; aunque esto no quiere decir que volvamos a una época anterior, sino que creemos prácticas agrícolas punteras para que podamos autoabastecernos a nivel local. La razón por la que está aumentando el interés por este tema hoy en día es porque el precio de la energía en los mercados mundiales está aumentando los precios de los alimentos en todo el mundo. Lo que pasa es que, ahora, con el cambio climático y con la escasez de petróleo, los alimentos que se han considerado a lo largo de casi todo el siglo XX productos de primera necesidad, productos de primera necesidad baratos, ahora están cada vez más y más caros y fuera del alcance de una familia media.


Esto es debido a que este tipo de agricultura se basa en grandes cantidades de energía y necesita muchos gastos de transporte de forma que no se puede enviar una uva desde un pueblo de Suramérica a los Estados Unidos. Así que mientras vemos como sube el precio del petróleo y del gas en los mercados mundiales, y el cambio climático empieza a tener efectos nocivos en las explotaciones agrícolas, tenemos que conseguir fórmulas de producción agrícola a nivel local más sofisticadas.


Estamos avanzando en la globalización pero creo que el próximo paso de la globalización se producirá horizontalmente, no jerárquicamente. No se trata de oponerse a la globalización sino de qué tipo de globalización queremos. Se trata de una revolución distribuida, y como tal revolución descentralizada permite a todo el mundo involucrarse en la producción, con electricidad podemos producir bienes y servicios de forma local, podemos ser autosuficientes, aunque al mismo tiempo también podemos involucrarnos en el mercado mundial, pero asentando en la idea de justicia e igualdad. No podemos conseguir un comercio justo y una globalización justa si no tenemos un régimen energético justo y esto significa que debe ser energía que las personas de a pié puedan producir ellas mismas el jardín de sus casas. Es un concepto muy poderoso y significa que, mientras esta revolución energética evoluciona, veremos cómo avanza una dinámica completamente nueva. Pasaremos de la geopolítica, la política de las energías elitistas, a la política de biosfera, la política de la energía distribuida.


Tiene que haber un cambio en la forma de pensar. Cualquier plan tecnológico o económico será una pérdida de tiempo si no va acompañado de un cambio en la mentalidad. Para ello es necesario que empecemos a pensar como homo sapiens, que empecemos a pensar que pertenecemos a una biosfera única y conectada, que debemos hermanarnos con el resto de especies con las que coexistimos y empezar a llevar a cabo nuestro mandato con un pensamiento global, un pensamiento descentralizado y de forma distribuida pero al mismo tiempo global, todo va de la mano. Es decir, podemos empezar a creer que tenemos ecosistemas, y que estos ecosistemas son locales, pero juntos se interconectan con la biosfera, que es común a todos. Tenemos que pensar en nosotros como condicionantes, locales y distribuidos, del desarrollo, la tecnología y la economía, pero que al mismo tiempo estamos conectados globalmente. Este es el próximo cambio, nuestra forma de pensar, pasar de la geopolítica a la política de biosfera y a una mentalidad global; pero si no conseguimos esto, no podrá ocurrir el resto.


El problema es que en la actualidad se abordan las energías renovables de la misma forma y con la misma mentalidad con la que se abordan también las viejas fuentes de energía.


Bueno, es algo natural, lo que pasa es que en los comienzos ambas fórmulas coexisten porque se piensa al mismo tiempo en la segunda y en la tercera revolución industrial, por lo que todo se entremezcla un poco. Pero necesitamos que calen las energías renovables, algunas de ellas estarán centralizadas, pero poco a poco estarán cada vez más y más descentralizadas y distribuidas. La clave es crear una nueva revolución en las comunicaciones y energética, si podemos conseguir esto, el potencial para reconsiderar las infraestructuras, los edificios, el transporte, la generación de energía, los recursos, es inmenso, realmente inmenso. Pero también necesitamos liderazgo político, a nivel regional, nacional y transnacional; necesitamos liderazgo de la sociedad civil, de las ONGs; y necesitamos liderazgo empresarial. Como dijo usted antes, necesitamos dar un gran paso hacia adelante e imaginarnos el futuro, porque la tecnología y la ciencia nos están esperando.


Tenemos que convencernos de que podemos hacerlo y hacerlo de forma contundente y rápida. Recuerde que el Informe del Panel Intergubernamental de las NU anunciaba que tenemos entre siete y diez años para trazar la ruta más adecuada y conseguir una sociedad de emisiones cercanas a cero.


¿Cree realmente que vamos a ser capaces de llevar esto a cabo en un plazo de tiempo tan corto?


No lo sé, no soy ni pesimista ni optimista. Tengo esperanza. He sido un activista durante casi cuarenta años así que he aprendido que no es bueno ser ni optimista ni pesimista, pero sí tener esperanza. Creo que va a depender del grado de concienciación. Tenemos que darnos cuenta de que sólo existe un camino, en este momento, para la humanidad, no hay varios caminos diferentes, sólo hay uno: salvar la biosfera del planeta, en caso contrario estamos perdidos. Por lo menos eso es lo que han concluido los mejores científicos del mundo, 2500 científicos, 100 catedráticos, tras 25 años de estudio del cambio climático. Es muy importante que entendamos que si queremos tener hijos y nietos y bisnietos y conservar las especies que coexisten con nosotros, nos encontramos en un momento decisivo. Lo que pasa es que todavía no hemos entendido que el cambio climático y el final de esta era de energía es fundamental para, literalmente, sobrevivir como especie en el futuro. Es necesario que sea la prioridad número uno, tenemos que concentrarnos al cien por cien y concienciarnos; tenemos que ser sensatos, entusiastas e inteligentes, todo al mismo tiempo, y tenemos que mantener, al menos tres generaciones, nuestro compromiso para poner en marcha la tercera revolución industrial. Es decir, todos los días debemos ir por el buen camino.


Yo únicamente pediría a todo el mundo que leyese el resumen del informe final del Panel Intergubernamental, sólo se tarda entre veinte y treinta minutos, y puede encontrarse en Google, que todos dediquemos treinta minutos a nuestros hijos, y nietos, y a las especies que coexisten con nosotros, treinta minutos de nuestra vida para leer el informe final del Panel Intergubernamental de las NU.


¿Qué opina sobre la crisis económica que se anuncia? ¿Podría convertirse en una oportunidad encubierta?


Puede ser una buena oportunidad. Siempre he creído que la adversidad crea oportunidad. Esta fuerte crisis económica no parece que vaya a terminar, está directamente relacionada con el colapso del mercado inmobiliario americano, y ahora se extiende por todo el mundo. Todos estamos interconectados, cuando vienen malos tiempos para EE.UU. también salpica al resto del mundo. Lo bueno de esto es que la Unión Europea puede resguardarse de la tormenta, se mojará un poco, pero en este momento la Unión Europea es la mayor potencia económica mundial. Existen muchas formas diferentes a través de las cuales los gobiernos pueden utilizar asociaciones público-privadas, políticas fiscales y sobre créditos, incluso pueden ayudar con las hipotecas, para que podamos realmente sobreponer y revolucionar el sector de la construcción y las infraestructuras de los países. Esto supondría un importante boom para la economía, y nos llevaría a la siguiente etapa en el sector de la construcción: la revolución en el diseño arquitectónico, con importantes implicaciones para cualquier economía local. Los gobiernos necesitan ser creativos a la hora de concebir este tipo de incentivos y créditos, e incluso introducirse en el mercado hipotecario con los bancos para alentar a las pequeñas y grandes empresas, a cualquier tipo de empresa, para que transformen sus edificios y se conviertan en productores energéticos. Piense en internet y los ordenadores, si hoy en día todos los hogares tienen un ordenador, también podrían producir energía.


La moneda europea es la divisa más fuerte del mundo en este momento y el déficit comercial de los europeos es bajo, las familias tienen ahorros y hay dinero. La Unión Europea es una gran superpotencia económica que puede llevar a cabo la tercera revolución industrial, con un plan económico de desarrollo sostenible que luego puedan copiar otros países.


¿Cómo se imagina que será el mundo dentro de cien años?


Es imposible imaginarse eso, pero sí puedo decirle que cuando confluyen las revoluciones en las comunicaciones con las de la energía, todo cambia, incluido el pensamiento de los seres humanos. Cuando en la antigua civilización sumeria surgió la agricultura hidráulica, pasamos de la mitología a la teología y del politeísmo al monoteísmo. Con la escritura surgió toda una nueva forma de estructuración del conocimiento, con la agricultura surgió toda una nueva relación con la tierra y con el mundo. Cuando llegó la primera revolución industrial y confluyeron la revolución de la imprenta y la alfabetización en masa con el carbón, el motor a vapor y el ferrocarril, pasamos de la mera actividad económica al capitalismo de mercado; pasamos de pequeñas ciudades estado a naciones estado y mercados nacionales, dejamos las monarquías a un lado y entró en juego la democracia. Sospecho que en el viaje a la tercera revolución industrial la primera etapa debería alcanzarse entre el 20 y el 25, y la segunda entre el 25 y el 50.


Si bien es cierto que esta revolución de la distribución de la energía de las comunicaciones cambiará nuestros modelos políticos y empresariales hacia un mundo mucho más distribuido pero al mismo tiempo conectado globalmente. Creo que dentro de 50 años veremos un mundo post-carbón y post-nuclear, en el que las personas podrán producir su propia energía sostenible y conectada con el resto de nosotros a través de redes. Creo que es posible y que cambiará las cosas y las formas de un modo inimaginable hoy en día, pero arraigará y ampliará la noción de democracia, igualdad, y nos hace a todos nosotros responsables de la forma de gestionar el mundo en que vivimos, en lo que se refiere a energía básica y utilización de la energía. Lo considero un reto y una gran oportunidad para una generación más joven.

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