Este libro se publicó hace ya tres años, pero pasó prácticamente inadvertido y es importante rescatarlo.
ECOticias.
Su autor, Carlos de Castro, es doctor en Física y profesor de la Universidad de Valladolid,
donde imparte, entre otros, cursos de ecología y desarrollo sostenible.
Y he aquí que con su cerebro de físico y su corazón de ecologista, se atreve a articular una teoría integral de la evolución biológica,
con incursiones detalladas que abarcan desde el mundo del ADN y las
bacterias a sesudas reflexiones que llevan la teoría Gaia más allá de
donde la habían dejado James Lovelock, Tim Lenton y Tyler Volk. Esta
aventura intelectual se inició en los años noventa del pasado siglo,
cuando el autor aprovechó estancias periódicas en Heidelberg y Berna
para sumergirse en el océano de la biología molecular, de la genética y
de la teoría de la evolución, elaborando su propia línea de
investigación en el análisis cuantitativo de las tasas de mutación
espontánea de diversos organismos. Si escribiera en inglés desde Oxford o
Harvard, sus aportaciones hubieran tenido repercusión internacional. Y
su libro nos hubiera llegado traducido.
Quien hoy quiera tener una visión equilibrada de la evolución debe
navegar con cuidado entre dos peligros, como Ulises entre Escila y
Caribdis. Por un lado está el poder de la ortodoxia neodarwinista,
cada vez más cerrada en interpretaciones que Darwin no aceptaría, y que
reducen la vida a una mera combinación de mutaciones aleatorias en un
entorno de competición de todos contra todos. Por otro lado está el creacionismo y otras doctrinas que no atienden a evidencias ni a razones.
Parece que a uno y otro bando les interesa hacer creer que entre ellos no hay opción posible, que quien no sea neodarwinista debe ser creacionista, y viceversa. Pero entre una y otra posición están emergiendo multitud de perspectivas que ayudan a entender mejor el prodigio de la vida, como la simbiogénesis de Margulis, la química de los estados alejados del equilibrio (Prigogine) y los estudios de Stuart Kaufmann sobre la complejidad biológica. Precisamente Margulis, Prigogine y Kaufmann (junto con Lovelock y Stephen Jay Gould) son los pilares sobre los que se construye lo que Carlos de Castro denomina su “teoría integral” de la evolución.
Parece que a uno y otro bando les interesa hacer creer que entre ellos no hay opción posible, que quien no sea neodarwinista debe ser creacionista, y viceversa. Pero entre una y otra posición están emergiendo multitud de perspectivas que ayudan a entender mejor el prodigio de la vida, como la simbiogénesis de Margulis, la química de los estados alejados del equilibrio (Prigogine) y los estudios de Stuart Kaufmann sobre la complejidad biológica. Precisamente Margulis, Prigogine y Kaufmann (junto con Lovelock y Stephen Jay Gould) son los pilares sobre los que se construye lo que Carlos de Castro denomina su “teoría integral” de la evolución.
El origen de Gaia: Una teoría holista de la
evolución aborda cuestiones de filosofía de la ciencia, hace un buen
repaso histórico de la biología del siglo XIX (Darwin, Lamarck,
Kropotkin), ahonda en cuestiones técnicas de termodinámica y biología
molecular (lo estrictamente técnico, fórmulas incluidas, queda en un
apéndice) y nos regala interesantes curiosidades, como el hecho de que
cada molécula de agua que bebemos pasa por los riñones doscientas veces,
o que el salmón aporta nitrógeno y fósforo al bosque a través del oso
que de él se alimenta. Desde su enfoque interdisciplinar, el autor
muestra cómo en la evolución de los sistemas adaptativos complejos
predomina la “cooperación y coordinación” sobre la ciega competición, y
explica Gaia (el conjunto de la vida en el planeta) desde un punto de
vista orgánico, como un superorganismo que resulta de la simbiosis y
coordinación de múltiples simbiosis de organismos y su entorno, y que
recicla sus materiales de manera prodigiosa.
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