Preservar la
diversidad de las plantas servirá como amortiguador de los efectos
negativos de la desertificación y el cambio climático en las zonas
áridas de toda la Tierra. Esto ha concluido un equipo liderado por
investigadores españoles tras analizar 224 ecosistemas de este tipo
localizados en todos los continentes, excepto la Antártida.
ECOticias.
Las zonas áridas cubren el 41% de la superficie terrestre,
alojan al 38% de la población humana y son esenciales para el
mantenimiento de la biodiversidad global ya que albergan el 20% de los
principales centros de diversidad de plantas y el 30% de las principales
áreas de aves endémicas.
Un amplio estudio en 16 países de todo el mundo ha determinado que
la diversidad de estos ecosistemas puede ayudar a mitigar los efectos
del cambio climático y la desertificación, graves amenazas de este tipo
de áreas.
“El funcionamiento del ecosistema mejora conforme aumenta el número
de especies vegetales y disminuye con el aumento la temperatura media
anual”, explica a SINC Fernando T. Maestre, autor del estudio e
investigador de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Los investigadores observaron que la riqueza de plantas perennes
está muy relacionada con servicios fundamentales del ecosistema, más
que otros factores como la cantidad de lluvias anuales o los microbios
de la tierra.
“A día de hoy no somos capaces de ponernos de acuerdo en limitar las
emisiones de gases de efecto invernadero causantes del calentamiento
global, pero podemos contribuir a minimizar las consecuencias negativas
del mismo si se toman acciones decididas para conservar y restaurar la
biodiversidad vegetal”, asegura Maestre.
Resistencia de los ecosistemas
Estos datos apoyan las evidencias anteriores que vinculan la
biodiversidad con el correcto funcionamiento de los ecosistemas.
Además, es la primera evaluación explícita de esta relación bajo
condiciones naturales a una escala global.
Los resultados también indican que el calentamiento global afectará
gravemente a estas áreas: disminuirá su funcionalidad, y esto
repercutirá en su capacidad de producir servicios clave para el
mantenimiento de la vida sobre el planeta.
Ante ello, los investigadores proponen posibles vías: “Un aumento
del número de especies de plantas puede mejorar la provisión de los
ecosistemas. Igualmente, y dado que la desertificación a menudo
comienza con la pérdida de la fertilidad del suelo, dicho aumento puede
también aumentar la resistencia frente a la desertificación”, declara
el investigador.
2.600 muestras de suelo
Menos del 3% de los análisis de las relaciones entre la
biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas se han realizado
en estos ambientes. “Esto muestra que no se les ha prestado la atención
que merecen en base a su extensión e importancia socio-ecológica a
nivel global”, denuncia Maestre.
En esta investigación sí se ha prestado una atención pormenorizada.
El muestreo de campo ha consistido en una observación directa de 224
ecosistemas naturales dispersos a lo largo de 16 países de todos los
continentes excepto la Antártida (España, Estados Unidos, México,
Brasil, Ecuador, Venezuela, Perú, Irán, Israel, Australia, Marruecos,
Túnez, Kenia, Argentina, Chile y China).
“Durante los muestreos de campo realizados se ha evaluado distintas
características de la vegetación de estos ambientes (su composición,
distribución espacial, riqueza de especies, diversidad, etc.)”, describe
el investigador.
Este trabajo in situ ha sido completado por un detallado análisis de
más de 2.600 muestras de suelo, en las que se han analizado 14
variables relacionadas con el ciclo de elementos esenciales para la
vida, como el carbono, el nitrógeno y el fósforo.
“De esta forma, no sólo se ha estimado el estado funcional de los
ecosistemas, sino que se ha obtenido información para poder identificar
el inicio de procesos de degradación de los mismos que, en zonas como
las estudiadas, pueden llevar a su desertificación”, concluye Maestre.
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