La empresa
londinense What on Earth, especializada en la venta de alimentos
orgánicos, ha incrementado su cifra de negocio en un 50%, pasando de los
3 millones a 5 millones de libras.
Jeremy Jaffé
Eso, en 2011, un año económicamente difícil para las empresas
del sector. La pregunta es esa: ¿cómo lo ha conseguido en un momento en
que las previsiones de la economía son del todo pesimistas? El fundador y
director de esta empresa, Jeremy Jaffé, señala con las cifras en la
mano que han alcanzado unas ventas de medio millón de artículos de
alimentación, con aumentos espectaculares de alguno de ellos como es el
caso del humus, de los que se despacharon hasta siete toneladas, de
mezze (cinco toneladas) y babaganoush (3 toneladas). Asimismo, se
comercializaron más de 23.000 briks de sopa y más de 16.000 pizzas y
bases de pizza.
Al éxito de estos buenos resultados también ha contribuido una
política comercial que ha querido apartarse de los grandes supermercados
y centrarse en negocios más pequeños, como restaurantes y cafeterías,
tiendas independientes de delicatessen y de proximidad, siempre con
precios muy ajustados para conseguir fidelizar a un tipo de consumidor
que se ha convertido en asiduo y no se plantea probar otras insignias.
La compañía comenzó su negocio hace 13 años comercializando un tipo
de pizza orgánica muy básica en cuanto a sus ingredientes, pero
atractiva en cuanto a su relación calidad/precio. Lo que no ha cambiado
desde entonces, comenta el responsable, es la preocupación de todo el
equipo que está detrás de What on Earth por mantener las buenas
prácticas ecológicas, por lo que se refiere a la cría de los animales
como el esfuerzo diario de reducir el impacto ambiental. Y en este
sentido, está más que satisfecho de cómo les funciona el negocio, y de
lo gratificante que resulta trabajar en una empresa donde todos se
apasionan por su trabajo compartiendo las mismas creencias y formas de
hacer las cosas. Respecto a los que comparan los precios con la comida
convencional, ese mayor precio de la ecológica está más que justificada
si nos atenemos a los beneficios que procura su producción y
elaboración, para el medio ambiente y el organismo. Y pone el ejemplo de
los pollos. Un pollo orgánico tiene que estar al aire libre muchas
horas al día, tener cierta cantidad de horas de luz y alimentarse a un
ritmo natural de una manera más sana. Por lo tanto, el precio tiene que
ser algo superior, pero también es más nutritivo y sabroso, y uno sabe
muy bien qué es lo que está comiendo.
Jeremy Jaffé afirma además que los cultivos genéticamente modificados
carecen de sabor, ya que a menudo son tratados con hormonas y agua para
que crezcan más rápidamente. En muchos casos, estos alimentos no
orgánicos se recolectan demasiado pronto, y eso les aporta un gusto
insípido al no haberles dejado madurar correctamente. Además, las
cosechas orgánicas permiten dotar de sustancias nutritivas los suelos de
los campos, en lugar de agotarlos. El hecho de no utilizar
fertilizantes y pesticidas, confiere una resistencia especial a los
suelos y cultivos frente a climatologías adversas, al mismo tiempo que
se va almacenando altos niveles de carbón.
Por último, Jeremy Jaffé remarca que
si la agricultura orgánica fuera una práctica común en el Reino Unido,
se podría reducir un 23% las emisiones de efecto invernadero en la
agricultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario