Los caracoles
que habitan los cuerpos de agua continentales como ríos, arroyos y
lagunas están comúnmente representados como fósiles en la mayoría de los
afloramientos de edad cuaternaria de la Argentina, lo cual nos permite
reconstruir cómo fue el clima en el pasado. ¿De qué manera? Conociendo
el ambiente en el que vive cada especie de caracol en la actualidad.
ECOticias.
Desde 2007 se ha comenzado a estudiar la relación entre los
caracoles y las principales variables ambientales que pueden condicionar
su distribución, a lo largo de una gradiente de cuerpos de agua tales
como ríos, lagunas, arroyos, embalses y canales. El estudio se está
desarrollando en la provincia de Mendoza y el oeste de San Luis.
Los resultados indican que los caracoles en general prefieren cuerpos
de agua muy superficiales, con abundante vegetación acuática, de baja
salinidad, de fondos fangosos y baja o nula velocidad de corriente. Una
excepción a la regla es el caracol Heleobia parchappii, que tiene la
capacidad de tolerar salinidades altas, incluso de valores similares a
las del mar. Por esta razón es muy abundante y usualmente la única
especie presente en las numerosas lagunas salobres presentes en las
provincias de La Pampa, San Luis, Mendoza y Buenos Aires, constituyendo
un buen indicador de este tipo de ambientes.
De acuerdo a los estudios de De Francesco se pueden reconocer tres
agrupaciones principales de caracoles: la parchappii, restringido en
aguas salobres; el Lymnaea viator, Biomphalaria peregrina y Physa acuta,
característico de ambientes lacustres o de muy baja velocidad de
corriente (arroyos pequeños de bajo caudal), y el Heleobia hatcheri,
Heleobia cf. kuesteri, Chilina mendozana y el bivalvo Pisidium
chiquitanum, característico de ambientes con mayor velocidad de
corriente, como ríos y arroyos.
Los tres grupos de caracoles definidos a partir de los estudios
actuales se reconocen también en los depósitos fosilíferos de las
provincias de Mendoza y San Luis (con la excepción de las especies P.
acuta y H. hatcheri), permitiendo aportar abundante y valiosa
información para bosquejar un modelo de evolución paleoambiental para el
Pleistoceno tardío (35.000-10.000 años) y Holoceno (últimos 10.000
años) de la región. Así, el registro de caracoles más antiguo está dado
para los 35.000-31.000 años a.p., representado por las especies L.
viator y B. peregrina (segundo grupo del modelo actualista explicado
arriba) que indica un momento de energía relativamente baja. Se trataría
de pequeños encharcamientos, probablemente originados en meandros
abandonados de ríos, que habrían estado sujetos a sumersiones
ocasionales dentro de un régimen semi-temporario. Este momento habría
sido más cálido y húmedo que aquellos registrados para el resto del
Pleistoceno.
Entre los 30.000 y los 20.000 años a.p. no se registran caracoles, lo
que podría vincularse a un incremento en la aridez regional y descenso
de la temperatura. A partir de los 20.000 años a.p. se registra por
primera vez C. parchappii (indicador de aguas con velocidades de
corriente moderadas a altas) en Salinas del Bebedero.
Con posterioridad, este caracol se registra de manera casi continua
hasta finales del Pleistoceno, lo que respondería a un incremento en la
circulación efectiva de agua en toda la cuenca. Los ríos habrían
desarrollado un importante caudal para este momento que, sumado al
escaso desarrollo de la vegetación debido a las condiciones de aridez
imperantes, habrían resultado en condiciones de alta energía. Esta
situación se habría mantenido hasta comienzos del Holoceno. A partir de
los 10.000 años a.p. se registran además B. peregrina y H. parchappii
tanto en San Luis como en Mendoza, lo que se interpreta como momentos de
alternancia entre condiciones de alta circulación de agua en la cuenca y
episodios de encharcamientos (probablemente en la llanura de inundación
del cauce principal), esto último indicativo de una disminución en la
energía relativa del ambiente.
Entre los 8000 y 4000 años a.p. (Holoceno medio) no se registran
caracoles, lo que podría deberse nuevamente a la existencia de
condiciones áridas. Finalmente, durante el Holoceno tardío (últimos 4000
años) se produce un mejoramiento ambiental evidenciado por la mayor
abundancia y diversidad de caracoles dulceacuícolas. En general, el
panorama paleoambiental para este momento es de poca circulación de agua
efectiva, dando origen a encharcamientos o pequeñas lagunas, muy
vegetadas, donde las especies hallarían un hábitat adecuado.
Este modelo de inferencia paleoambiental está actualmente siendo
ajustado a través de la incorporación de otros aspectos preservados en
las conchas de los caracoles que pueden dar idea de cómo fue el
ambiente, como son los procesos de alteración sufridos desde la muerte
hasta la fosilización (procesos tafonómicos) y la composición
mineralógica, principalmente en algunos elementos químicos (carbono y
oxígeno) que están directamente relacionados al clima del momento.
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