martes, 10 de enero de 2012

¿A quién sirven las grandes redes sociales en Internet?

Guillermo Caba nos aporta la visión del lado oscuro de las nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación entre usuarios de la Red. Una inmensa fuente de datos para controlar nuestros gustos y vendernos todo lo que quieran. Huxley no lo hubiera imaginado tan sibilino…
Guillermo Caba
En 1995 el ingeniero norteamericano Randy Conrads funda classmates.com, la primera red social en el ámbito del ciberespacio. El objetivo de esta web era ayudar a sus miembros a encontrar antiguos amigos y conocidos de la escuela, del trabajo… Classmates, que se financiaba a través del pago de suscripciones y de la publicidad, significaba un novedoso modelo de negocio porque sus contenidos estaban influenciados por los utilizadores finales, los usuarios, lo que se oponía al contenido tradicional producido, vendido o difundido por los medios de comunicación de masas.
Con esta iniciativa pionera se integraba por primera vez en el mundo de las comunicaciones digitales la dinámica de las denominadas redes sociales. Concepto desarrollado a lo largo del siglo XX, aunque nacido a finales de  siglo XVIII, remarca la importancia que tienen no tanto los individuos como las relaciones que mantienen entre sí en el seno de sus comunidades u organizaciones, así como los nexos que interrelacionan diversas entidades.
Con la irrupción de Internet en nuestras vidas, las redes sociales han sufrido un cambio cualitativo y cuantitativo que ha comportado el que sean foco de atención, no sólo de los usuarios que forman parte de ellas, sino de cualquier estructura de poder. ¿El motivo? La información que están generando son un plato muy apetecible al servicio de multinacionales, gobiernos y, en suma, de cualquier estructura de poder que tenga como principal finalidad mantener y acrecentar este poder a toda costa.
FACEBOOK

En el 2004 el estudiante de Harvard Mark Zuckerberg creaba Facebook, una red social abierta a cualquiera que tuviera correo electrónico y, desde entonces, el portal ha atraído hasta 500 millones de usuarios. Un año antes, en el 2003, un grupo de programadores, también norteamericanos, creaban otra red social, Myspace. Cuando dos años después más de doscientos millones de usuarios interactuaban en este portal, el magnate australiano Rupert Murdoch, dueño del imperio multimedia News Corporation, lo compró por 580 millones de dólares.
Menos suerte han tenido hasta ahora las multinacionales con Facebook. Zuckerberg se niega a venderlo y, hasta ahora, sólo le ha podido hincar el diente Bill Gates: a finales del 2007 Microsoft compró el 1’6% del portal por 240 millones de dólares. Murdoch y Gates nunca se han destacado por ser hermanas de la caridad (por mucho lavado de imagen que Gates promueva a través de la fundación que lleva su nombre y el de su esposa), sino por ser los dueños de imperios multinacionales y financieros de primer orden. Queda claro, pues, que el principal desafío que presentan estas gigantescas redes sociales es su rentabilidad económica. ¿De dónde proviene?

Cuando un usuario accede a una red social rellena un formulario con datos sobre su identidad. Una vez está en la red, el usuario coloca de forma progresiva contenidos generados por él mismo que hablan de sus aficiones, gustos y, en suma, de cualquier cosa que hable de lo que él es. Esta información se almacena en bases de datos que son un auténtico filón para el mundo de los negocios y el marketing. Esta situación ha llegado al paroxismo de que, tal y como apunta Andreas Weigend, ex jefe científico de Amazon y referente mundial del análisis de datos, los datos privados de los ciudadanos que antes se conseguían tras ejercer un gobierno mucha presión sobre los ciudadanos, ahora se publican, por ejemplo, en Facebook.
PROPIEDADES EXCLUSIVAS
Los entresijos de lo que ocurre a partir de aquí en una web como Facebook lo apuntó en su momento de forma magistral el escritor y editor Tom Hodgkingson en el diario británico The Guardian. Para empezar, los usuarios no saben que, desde el momento en que se registran, le otorgan a Facebook la propiedad exclusiva y perpetua de toda la información e imágenes que publican. Y no sólo eso, sino que a pesar de que los usuarios cancelen su cuenta, Facebook podrá continuar revendiendo esa información a los anunciantes… o a los servicios secretos.

Para hablar de lo que Facebook en realidad es, basta hacer una sucinta referencia a tres de los cabezas visibles de este portal: Mark Zuckerberg, Peter Thield y James Brayer. Ya hemos hablado del primero, a quien todo el mundo conoce. Peter Thield es un capitalista de riesgo y administrador de fondos de inversión.
Considerado un filósofo futurista del Silicon Valley apoya, por ejemplo, el proyecto de situar ciudades permanentes en el océano, la inteligencia artificial y el libre mercado. En el 2004 invirtió 500.00 dólares en Facebook, con lo que se supone dispone del 7% del capital. Si se hace un repaso sucinto a éstos y otros proyectos que apoya de forma directa o indirecta, el cuadro que nos queda se puede describir de la siguiente manera: Thield está intentando destruir la Naturaleza e instalar un mundo virtual en su sitio. En este orden de cosas se alinea, precisamente, Facebook.

El tercer comensal, Jim Breyer, es ex presidente de la Asociación Nacional de Capital Riesgo (ANCR), y se hizo con otro tajo de Facebook en 2005 por 12’5 millones de dólares. Más recientemente, la compañía Greylock Venture Capital puso en el portal 27,5 millones de dólares. Se da el caso de que uno de los socios mayoritarios de Greylock es Howard Cox, otro ex presidente de la ANCR, quien asimismo está en el consejo de In-Q-Tel. Según revelaba Hodgkingson en The Guardian, In-Q-Tel es el ala de capital de riesgo de la CIA. ¿Su función? Tal como reza la webpage de esta compañía, In-Q-tel “identifica, adapta y ofrece soluciones innovadoras en tecnología para apoyar misiones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la más amplia comunidad de inteligencia de los Estados Unidos”.
NO HAY DEBATE
Quizás debido a este oscuro juego de intereses que subyacen bajo la aparentemente inocua e intrascendente actividad que promueven las redes tipo Facebook, desde los grandes medios de comunicación, la clase política y los organismos internacionales tipo ONU, no se ha suscitado un debate que informe a los ciudadanos de las implicaciones que subyacen al hecho de buscar amigos, estar cada vez más interconectados y colgar más y más información sobre nuestra vida privada en estas webs. A lo sumo y por ahora, las críticas se ciernen sobre las redes sociales para denunciar casos de acoso de un usuario a otro, de pederastia o del problema del anonimato que ampara a quien no quiere dar su identidad real, por poner unos pocos ejemplos. Es decir, se denuncia el mal uso de la red social, no la personalidad de la red social en sí.

O sea, no deja de ser interesante que no haya ni un solo gobierno o un gran grupo financiero e industrial que haya soltado un solo “pero” ante el auge de las redes sociales y que ni siquiera haya suscitado el debate que, de forma crítica, pueda evaluar su incidencia y repercusiones en el mundo en que nos encontramos. Esto demuestra que las redes sociales están al servicio de los ciudadanos siempre y cuando éstos, a su vez, no se salgan de las directrices que mandan los grandes grupos financieros y estratégicos que manejan, o al menos intentan manejar (y corromper), el mundo.
CONTROLÁNDOLO TODO
Un ejemplo de ello es la intervención que en mayo de 2007 llevó a cabo el gobierno norteamericano. Bajo la excusa de que sus soldados en Iraq saturaban las redes de banda ancha, les bloqueó el uso de Myspace, la red social a la que pertenecen la mayoría de ellos. En ese momento, voces críticas remarcaron que los soldados utilizaban esta red social para enviar a otros miembros de Myspace contenidos (básicamente vídeos) en donde se mostraba el verdadero rostro de la guerra, motivo por el cual Washington les desconectó el juguete. El mismo tipo de intervención lo llevó a cabo el gobierno chino en julio del 2009 cuando, en medio de la agitación y violencia étnica desatada en la región del Xinjiang, cortó el servicio de Fanfou, considerado el Twitter chino.

Queda claro, pues, que a los gobiernos y a las corporaciones multinacionales les interesa el control de las personas, y en este sentido las redes sociales centralizadas son una excelente herramienta, el fin último de la cual es el control de Internet. Ante esto, hay que tener bien presente que se tiende a una conexión inalámbrica con cobertura en la totalidad de la superficie de la Tierra en donde los ciudadanos dejaran constancia, cada vez más en tiempo real, y se encuentren donde se encuentren, de qué hacen, qué piensan, qué quieren…
NO HAY ALTRUISMO

¿Se puede asumir que las redes sociales pueden impulsar otras vías que promuevan un mundo más justo? Podemos asumir que hay iniciativas que se alinean en este orden de cosas. Sin embargo la experiencia, hasta ahora, revela que están condenadas, o bien a tener una incidencia que no por muy loable que sea deja de ser limitada, o bien a desaparecer. Dicho de otra manera: cualquier iniciativa que, procedente de una red social, muestre la capacidad para cambiar el actual orden de cosas, está abocada al fracaso, tal como revela el cierre de Myspace por parte del Pentágono.

En el mejor de los casos, su función es resolver problemas generados por la misma sociedad tecnificada. Así, podemos ver como los jóvenes participarán en el Plan de Empleo Juvenil de la Junta de Andalucía a través de las redes sociales, o que formar parte de la Linkedin, la red social profesional líder en el mundo, permite a los usuarios tener reputación y notoriedad, además de ser una herramienta útil para encontrar empleo.

De esta manera, las redes sociales se están revelando, entre otras cosas pero básicamente, como un excelente medio por el que emociones y valores se utilizan como instrumentos de generación de beneficios económicos así como de información al servicio de grandes grupos financieros y gobiernos.
¿REDES SOCIALES O REDES DE ZOMBIES?

A mediados de los ochenta, el escritor norteamericano Neil Postman publica su obra Public Discourse in the Age of the Show Business, en donde propone que Aldous Huxley había ganado a George Orwell. Según Postman, el autor de Un mundo feliz advertía que los defensores de las libertades civiles siempre estaban alertas para combatir la tiranía. Sin embargo, decía Huxley, éstos se olvidaron de tener en cuenta el apetito insaciable del ser humano por las distracciones. De acuerdo con Huxley, en 1984, la gran obra de George Orwell, las personas se controlaban mediante el dolor. Por el contrario, en el “mundo feliz” de Huxley las personas se controlan mediante el placer. Así pues, Postman dio en el clavo hace tres lustros cuando indicó que Huxley había resultado ser más profético que Orwell.

Sin embargo el auge de Internet y el hecho de que el ciberespacio se vaya incorporando a todas y cada una de las actividades que llevamos a cabo, y que en él queden constatados nuestras aficiones, gustos y emociones, puede hacernos replantear este diagnóstico. En 1984, obra escrita en 1948, Orwell describe la existencia de una sociedad en la que, a través de telepantallas, un omnipresente y vigilante Gran Hermano controla a los ciudadanos.
Por su parte, la Policía del Pensamiento puede escuchar las conversaciones realizadas entre las personas que se encuentran a cierta proximidad de éstas. Ahora, debido al auge de Internet, y sobre todo a través de experiencias como Facebook, podemos considerar que la anatomía de nuestra sociedad es orwelliana, pues el contenido de nuestros pensamientos, aficiones, intimidad… cada vez está más disponible a diversos grupos de poder.
Sin embargo, y para decirlo de alguna manera, su fisiología es huxleyana pues, como apuntó Postman, el control se manifiesta de forma más evidente a través de lo que deseamos. Basta ver el lenguaje que se emplea cuando se trata de evaluar la incidencia y la dinámica de las redes sociales. Y es que, en suma, las palabras que más veces aparecen son marketing, beneficios, consumidores, marcas y entretenimiento. En este sentido, y tal y como recuerda Hodgkingson, los verdaderos promotores de estas herramientas, como Peter Thield, no se caracterizan, precisamente, por usar en sus conferencias las palabras arte, belleza, amor y verdad.
ADICCIONES Y DISTRACCIONES

¿Qué hay detrás de esta adicción a las distracciones placenteras que ha sido la causa fundamental para que millones de personas formen parte de una red social masiva como Facebook, Myspace o Twenti? Pues la necesidad que tienen de saber qué hacen los demás y que los demás sepan qué hacen ellos. En este sentido, muchos especialistas han salido en socorro de estas redes sociales con el siguiente argumento: son la herramienta ideal que facilita que Internet no aísle a los usuarios sino, muy al contrario, los integre más y más entre sí.

Sin embargo, a poco que uno examine el contenido de lo que se comparte, subyace una constatación evidente: la gente no quiere estar sola porque no se gusta a sí misma. Sencillamente: pertenecemos a una generación de individuos que no nos llevamos bien con nosotros mismos, y para eludir el reflexionar sobre esto llenamos la cotidianidad de pequeños eventos, de muchas cosas pequeñas que ocurren rápidamente y nos entretienen, nos distraen.
Y lo que subyace a toda esta cacofonía psíquica aparece cuando, por un azar del destino, se jodió el móvil o el ordenador y nos quedamos solos con nosotros mismos. Y esta situación está teñida, normalmente, de muy poca sensación de gozo, de paz, y sí en cambio de mucha ansiedad. Es decir, hay algo que va mal con nosotros mismos y que la cotidianidad escamotea.
Tal y como indicó el filósofo francés Blaise Pascal, todos los problemas de la Humanidad derivan del hecho que las personas no saben estar solas dos horas en una habitación sin hacer nada. Pero, ¿quien tiene la capacidad para meditar serenamente sobre estas palabras del filósofo francés, por no hablar de llevar a cabo el silencioso experimento que propone? Y, sin embargo, entrando en este sendero se vislumbrarían las discretas, y a la vez prometedoras, semillas de un auténtico cambio de civilización.

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