martes, 24 de enero de 2012

Una británica se convierte en la primera mujer en cruzar el Antártico en solitario


La expedicionaria británica Felicity Aston se convirtió en la primera mujer del planeta en cruzar con éxito y en solitario la Antártica al finalizar una travesía de 59 días y más de 1.700 kilómetros de recorrido que comenzó el 25 de noviembre.
Aston, de 33 años, partió desde la barrera de hielo Ross y después de parar por un día en un campo base del Polo Sur, atravesar el glaciar Leverett y las Montañas Transatlánticas finalizó su aventura en la Ensenada de Hércules, en la plataforma de Ronne, sin ningún tipo de suministro técnico y valiéndose únicamente de su fuerza física y su par de esquís.
La aventurera había finalizado el recorrido un día antes pero debido a las duras condiciones climáticas, el avión C-130 Hércules la recogió un día después, y durante aquella noche Aston tuvo que esperarlo en una tienda de campaña con una temperatura de 30 grados bajo cero, mientras que a la intemperie había alrededor de 40 grados bajo cero.
“Todo ha sido un poquito abrumador. Después de días y días para llegar allí me parece haber llegado un poco más rápido de lo planeado. Realmente no me siento preparada para ello. Me siento entusiasmada de haber terminado y a la vez profundamente triste de que se haya terminado. No puedo creer que esté aquí y que haya cruzado la Antártica”, comentó.
Para su primera expedición en solitario (trabajó como meteoróloga en el Antártico y ha conducido equipos en excursiones de esquí ahí, en el Artico y en Groenlandia) Aston llevó consigo un cargador a energía solar, dos reproductores mp3, una cocina móvil, combustible, y estuvo en constante comunicación con el equipo de rescate a través del sistema GPS.
La originaria de Kent (al sureste del Reino Unido), que a pesar de consumir casi 5.000 kilocalorías diarias perdió muchos kilos, confesó que le costó más afrontar la soledad que el esfuerzo físico que requería la expedición, asegurando además que no hubo día durante las dos primeras semanas en el que no hubiera llorado.

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