miércoles, 4 de abril de 2012

Ecosistemas del Milenio en España

Supuso la ecoauditoría más importante realizada hasta la fecha, sobre el estado de conservación de los ecosistemas y la bioversidad del planeta.
ECOticias.
El Programa internacional Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (MA) (www.maweb.org), promovido por una Alianza de Agencias de Naciones Unidas, Convenios Internacionales y ONG, fue lanzado en 2001 por el entonces Secretario General Kofi Annan, con la finalidad de crear una línea base de información científica interdisciplinaria sobre las relaciones entre ecosistemas, biodiversidad y bienestar humano.
Supuso la ecoauditoría más importante realizada hasta la fecha, sobre el estado de conservación de los ecosistemas y la bioversidad del planeta. Su objetivo último no fue otro que evaluar las implicaciones que la destrucción de los ecosistemas y la perdida de biodiversidad tienen en el bienestar de la población del planeta
Para ello 1.360 científicos y expertos provenientes de diferentes campos de las ciencias ecológicas y sociales trabajaron durante cuatro años para demostrar, con datos empíricos, que el futuro de la humanidad depende del buen estado de conservación de los ecosistemas acuáticos y terrestres, ya que los servicios que generan condicionan nuestro desarrollo no solo económico sino tambien social, cultural y político, comprometiendo asimismo el bienestar de las generaciones futuras.
El mensaje fue muy claro: en los ultimos 60 años, la humanidad ha modificado ecosistemas y erosionado biodiversidad de forma más rápida e intensa que en cualquier otro periodo comparable de su historia. Las alteraciones son tan intensas que si no se toman, a diferentes escalas, medidas drásticas y profundas para revertir esta tendencia, la situación se agravará, problablemente siguiendo una dinámica no lineal, y la humanidad se acercará a un colapso de proporciones sin precedentes.
En este contexto la Evaluación de los Ecosistemas de España (EME) se erige como la respuesta de la Administración Pública Ambiental a diferentes normativas, programas y convenios asumidos por nuestro país para el cumplimiento de una serie de obligaciones internacionales. En la actualidad EME ha sido reconocido por la Secretaria General de la Red Internacional para las evaluaciones globales (SGA www.ecosystemassessments.net ) como una evaluación integral del Milenio Internacional.
La Evaluación se puso en marcha en abril de 2009 promovida por la Fundación Biodiversidad y coordinado por investigadores de las Universidades Autónoma, Alcalá y Complutense de Madrid En el proyecto han intervenido más de 60 investigadores provenientes de distintos campos de las ciencias ecológicas y sociales. Su objetivo general ha sido evaluar y suministrar a la sociedad (especialmente ONG, gestores ambientales y sector empresarial), información interdisciplinaria sobre las consecuencias que el cambio en los ecosistemas de España y la pérdida de la biodiversidad tiene sobre el bienestar de la población española.
Ha tratado de visibilizar con datos concretos, procedentes del conocimiento experimental y experiencial, que los ecosistemas españoles y su biodiversidad son, en gran parte, la base de nuestro bienestar y constituyen el capital natural que sustenta al resto de capitales de origen humano (social, económico, etc). Finalizada su primera fase en marzo de 2011 se presentó en septiembre del mismo año una síntesis de los resultados. En este monográfico de Ambienta se muestran algunos de los resultados más relevantes de la evaluación global así como de cada uno de los tipos de ecosistemas considerados. EME ha evaluado los estrechos vínculos existentes entre 22 servicios de 14 tipos operativos de ecosistemas y su relación con el bienestar de la población española. Una información más detallada puede encontrase en la web del Proyecto www.ecomilenio.es.
Considerando los servicios de los ecosistemas como su contribución directa o indirecta al bienestar humano, EME ha utilizando para la evaluación más de 800 indicadores biofísicos, socioeconómicos y culturales. El Proyecto ha permitido apreciar sostenibilidad o insostenibilidad del uso que las políticas actuales hacen de 7 servicios de abastecimiento (suministro de alimentos, agua dulce, materias primas de origen biótico, materias primas de origen geótico, energías renovables, acervo genético, medicinas naturales), 8 servicios de regulación (climática, calidad del aire, hídrica, control de la erosión, fertilidad del suelo, perturbaciones naturales, control biológico, polinización) y 7 servicios culturales (conocimiento científico, conocimiento ecológico local, identidad cultural y sentido de pertenencia, disfrute espiritual y religioso, disfrute estético de los paisajes, actividades recreativas, educación ambiental).
Para el logro de los objetivos descritos, era especialmente importante la decisión práctica sobre los tipos de ecosistemas que deberían ser evaluados, con objeto de abarcar de forma efectiva la diversidad de ecosistemas (ecodiversidad) presentes España. Las características del proyecto MA limitan las posibilidades de evaluación a un número reducido de tipos (lo habitual en distintos países ha sido entre 8 y 12) para ganar claridad en los mensajes que persigue el objetivo pedagógico del proyecto.
Siguiendo estas indicaciones EME ha seleccionado un conjunto de tipos generales de ecosistemas de carácter operativo o práctico, es decir apropiados para desarrollar un proyecto concreto, ajustados a sus objetivos. Se trató de identificar los principales ámbitos de expresión de la naturaleza de nuestro país, definidos por las condiciones ambientales más generales, cuya influencia sobre la estructura y composición de los ecosistemas, es suficientemente conocida y contrastada. El nombre escogido para los diferentes tipos responde a rasgos descriptivos generales, pero no limita las posibilidades de un análisis de mayor detalle dentro de ellos (configuraciones o subtipos). Como ejemplo el término “bosque atlántico”, no implica que se analicen únicamente las formaciones arbóreas complejas propias de dicho clima, sino el conjunto de alterativas que alcanza la naturaleza en el ámbito de expresión potencial de dicho tipo bosque, como pueden ser sistemas silvopastorales, pastizales, cultivos maderables, etc. Cada una de estas configuraciones implica cambios en el carácter e importancia de los servicios evaluados.
Tipos de ecosistemas evaluados
Las consideraciones que orientaron la propuesta tipos operativos, fueron las siguientes:
§ Su número debe ser suficiente para recoger de forma eficaz y sintética el carácter y originalidad de la naturaleza de España. La diversidad es superior a la de otros países europeos.
§ La selección debe considerar la importancia de los servicios que los tipos seleccionados prestan para el bienestar de la población y ser representativa del capital natural del país.
§ La diferenciación de los tipos a evaluar considera como principales determinantes las condiciones geofísicas y la modificación humana de los ecosistemas.
De acuerdo con lo anterior, la definición de los tipos operativos de ecosistemas se basó en la aplicación de los criterios que se exponen a continuación.
Ecosistemas terrestres
Criterio altitud y aridez
Por su orografía, altitud y carácter singular -isla respecto al territorio circundante-, las montañas representan un ámbito o circunstancia ecológica, que en gran medida proporciona de forma conjunta (como tal montaña) los servicios para el bienestar humano. En EME se han considerado dos tipos de montaña: alpina y mediterránea. La definición práctica de los ambientes de montaña se realiza por criterio de altitud, tomando un límite inferior de referencia en 1.500 m. De forma similar los ecosistemas áridos quedan definidos por la escasez de precipitaciones, considerando como límite los 300 mm de precipitación media anual. A esta condición climática responden zonas del sudeste peninsular y las dos islas orientales de Canarias.
Las islas Canarias de mayor altitud (las cinco islas occidentales), expuestas a la acción de los vientos alisios, pueden verse como montañas-isla, por el bandeo de tipos de vegetación existente en ellas en un espacio reducido. Se han considerado también la singularidad de formar parte de la región biogeográfica Macaronésica.
Criterio macroclima
La división entre las regiones bioclimáticas Mediterránea y Eurosiberiana (subregión Atlántica) y dentro de la mediterránea entre el sector más continental (definido por más de tres meses de heladas), y el resto del territorio, con exclusión de los ambientes áridos, nos permite diferenciar tres tipos de ecosistemas que en conjunto abarcan la mayor parte de la superficie de España.
Criterio usos humanos
Según el carácter del uso dominante se han diferenciado por una parte los agroecosistemas (incluye tanto los dominados por usos agrícolas diversificados y ganadería extensiva, como los de agricultura convencional e industrial) y por otra los ecosistemas urbanos: ambientes urbanos con alta densidad de población limitadas por superficies artificiales ligadas a los núcleos urbanos.            
La presión sobre los ecosistemas limita su capacidad de generar servicios
La caracterización de las funciones de los ecosistemas es fundamental para entender su capacidad de generar servicios para la sociedad. Por tanto, para asegurar un flujo sostenible de contribuciones al bienestar humano, es esencial gestionar las funciones, con preferencia a los servicios disfrutados por la sociedad. EME ha evaluado el estado y tendencias de conservación de los tipos de ecosistemas de España, llegando a la conclusión de que a excepción de los tipos considerados como bosque, el resto de ecosistemas han visto reducida o alterada, en algunos casos de forma dramática, su superficie. Los ecosistemas litorales y los humedales son los más degradados, pero son las riberas de los ríos y las praderas marinas de Posidonia los más amenazados de desaparición. Se estima que solo queda un 7% de las llanuras de inundación de nuestros ríos ocupadas por vegetación de ribera bien conservada.
Por otra parte, la urbanización del litoral ha alterado o destruido alrededor de un 70% de los humedales costeros y solo el 20% de los sistemas dunares asociados se encuentra en buen estado. En general se considera que se ha perdido alrededor del 60% de la superficie original de lagos y humedales españoles.
Como consecuencia de esta alteración o perdida de una superficie tan importante de ecosistemas, España no ha logrado alcanzar la meta establecida por el Convenio de Diversidad Biológica (CDB) de reducir las tasas de erosión de la biodiversidad para el año 2010. EME evidencia que la Biodiversidad de España está sufriendo un significativo proceso de degradación ya que entre el 40% y el 68% de las especies silvestres registradas se encuentran amenazadas. Igualmente preocupante es el desplome de la diversidad genética asociada a la ganadería, ya que el 75% de las razas autóctonas están en peligro extinción. Todo indica que la merma de biodiversidad sigue una dinámica no lineal, por lo que si se mantiene la perdida de especies, en especial la de los grupos taxonómico más relacionados con funciones clave (diversidad funcional, incluyendo componentes de agrobiodiversidad), puede sobrepasarse un umbral de cambio que nos lleve a un colapso del flujo de servicios.
Es evidente que las trasformaciones que han sufrido durante los últimos 50 años la mayoría de los tipos de ecosistemas de España han reducido su capacidad de generar servicios.
Se ha constatado que el 45% de los 22 servicios evaluados se están degradando o gestionando de forma insostenible. Este porcentaje es menor que el calculado en el MA (60%) pero mayor que el del Milenio del Reino Unido (30%) (UKNEA, 2011). La explicación podría encontrarse en el diferente modelo de desarrollo económico que han seguido Reino Unido y España. La política económica que en nuestro país promovió los comportamientos especulativos en el uso del suelo, ha traído consigo las mayores tasas de artifilización del territorio de un país europeo (Prieto et al, 2010) en especial sobre ecosistemas acuáticos continentales (ríos y riberas, humedales), ecosistemas macaronésicos y litorales. De especial relevancia es la perdida de la capacidad de generar servicios de estos últimos, teniendo en cuenta la longitud de costa en nuestro país. Su destrucción tendrá con mayor intensidad en el futuro importantes repercusiones negativas en el bienestar de la población española. Los servicios de regulación son cruciales por el carácter transicional de los ambientes litorales, su situación límite entre la litosfera e hidrosfera salada.
Del mismo modo ocurre con la degradación de los ríos y sus riberas. Son ecosistemas estratégicos por los servicios de regulación hídrica, el abastecimiento de agua potable, además de la de uso industrial y el regadío. Por su papel de conexión son esenciales en el mantenimiento de las tramas socioecológicas del territorio.
Síntesis de evaluación de servicios
La Figura 3 muestra una síntesis de la evaluación en cinco tipos de ecosistemas que discriminan los servicios de abastecimiento entre tradicional y tecnificado, según se empleen o no subsidios energéticos (maquinaría, fertilizantes, plaguicidas) y los culturales en urbanos o rurales dependiendo de si los beneficiarios viven en la ciudad o el medio rural.
Se evidencia como las demandas procedentes de una población mayoritariamente urbana están promoviendo la explotación insostenible de servicios de abastecimiento tecnificados, así como de los servicios culturales relacionados con la recreación y el turismo de naturaleza. Asimismo disminuyen los servicios de regulación y en conjunto afectan a la capacidad del medio rural para prestar servicios culturales.

De esta forma la práctica totalidad de los servicios de regulación evaluados se están degradando, en especial los relacionados con el ciclo del agua o la fertilidad de suelo. La gravedad de este hecho radica en que tanto los servicios de abastecimiento como los culturales dependen en último término de los de regulación. España, por las características biogeofísicas de su territorio, su situación geográfica y su modelo económico, es uno de los países más vulnerables de la UE ante la intensificación de los eventos extremos, consecuencia del cambio global.
Por otro lado la pérdida de servicios culturales asociados al medio rural que son esenciales para el mantenimiento de un nivel de integridad y la resiliencia en la práctica totalidad de los ecosistemas, se debilita por la perdida del conocimiento ecológico local o la identidad cultural y sentido de pertenencia de buena parte de la población rural. La desaparición de los modelos tradicionales de gestión pone en peligro la conservación de la biodiversidad y de los servicios que brindan a la sociedad los agroecosistemas.
A pesar de que los servicios de abastecimiento de los alimentos y el agua parece estar asegurada con creces, ello se produce con un importante coste en la pérdida de capacidad de generar servicios de otros ecosistemas, especialmente los acuáticos. El modelo de agricultura y ganadería intensivas muy subsidiadas, ineficientes energéticamente y altamente exigentes en el abastecimiento de agua (afecta a acuíferos y es causa de contaminación de aguas y suelos).
En cualquier caso España no es autosuficiente respecto al suministro de los materiales y la energía que su modelo económico demanda, dependiendo a día de hoy en aproximadamente un 30% de los recursos geóticos procedentes de otros ecosistemas del mundo. Sobrepasando nuestros límites biofísicos y territoriales estamos ejerciendo una doble presión sobre otros ecosistemas fuera de nuestras fronteras, que ejercen tanto de abastecedores de servicios como en algunos casos de sumidero de nuestros residuos. Esta dependencia lleva consigo repercusiones ecológicas y sociales y por tanto conflictos ecológico distributivos que incrementan, al igual que otros países desarrollados, nuestra deuda ecológica con los países del Sur.
Los cambios de usos del suelo son el principal impulsor directo del cambio de los ecosistemas
EME ha evaluado 6 impulsores directos de cambio (cambios de usos del suelo, cambio climático, contaminación de aguas, suelos y aire, especies exóticas invasoras, cambios en los ciclos biogeoquímicos, sobreexplotación de servicios ) que inciden directamente sobre la capacidad de generar servicios de los ecosistemas de España . Es importante tener en cuenta que los seis impulsores directos de cambio considerados actúan de forma sinérgica, por lo que los planes de gestión para minimizar sus impactos deben integrar las interacciones complejas que se establecen entre ellos y llevarse a cabo desde un pensamiento sistémico.
En contra de lo que se difunde insistentemente en los medios, el cambio climático no es el responsable más importante de la degradación de los ecosistemas de España, sino los cambios drásticos en los usos del suelo, vinculados a modelo de desarrollo económico de nuestro país. Dos procesos aparentemente contrarios (intensificación y abandono) han actuado y siguen actuando de forma sinérgica sobre el territorio impulsando la transformación de usos que afectan a la capacidad de generar servicios de los ecosistemas. Por un lado la artificialización del suelo (la superficie artificial se ha incrementado un 54% entre 1987 y 2005) y la intensificación agropecuaria para la producción tecnificada de alimentos generan impactos difíciles de mitigar, y por otro el abandono rural que conlleva la pérdida de servicios culturales ligados a los saberes locales relacionados con los modelos tradiciones de gestión.
La contaminación de aguas, suelo y aire y la sobreexplotación de servicios de abastecimientos para satisfacer las demandas de alimentos, agua dulce y materias primas de origen biótico son los otros impulsores directos con efectos más importantes sobre los ecosistemas españoles. El cambio climático actúa como un impulsor transversal al afectar al resto de impulsores directos potenciando sus consecuencias. Ya se han registrado efectos importantes en los ecosistemas de montaña; en el resto de ecosistemas, su incidencia es moderada aunque con tendencia a incrementarse.
En la década de los 60 del pasado siglo se inician una serie de medidas para afianzar, liberalizar y abrir al exterior la economía española en favor de la industria, construcción y, sobre todo, el sector de servicios, que iniciaron un proceso de profunda perdida de población en el medio rural. Superada esta primera fase de cambio de las relaciones naturaleza – sociedad en España, se produce una gran aceleración del modelo de economía convencional adoptado en el que han jugado un papel fundamental tanto las tendencias internas (boom inmobiliario, elevado consumo energético) como las externas (mayor inserción internacional de la economía española tanto a escala europea como internacional). En la segunda mitad de los 80 se traspasa el segundo umbral de cambio que consolida en España un modelo de economía de la adquisición. El cambio se produce desde una economía de la producción, apoyada fundamentalmente en la utilización de los servicios renovables de los ecosistemas, a una economía de adquisición que, a día de hoy, se abastece básicamente de recursos geóticos no renovables (combustibles fósiles, minerales) procedentes tanto de ecosistemas de España como del resto del resto del mundo.
El proceso urbanizador se ha producido con dinámicas tanto centrífugas como centrípetas provocando el tránsito de la población desde el medio rural a las ciudades y desde el interior a la periferia de los ecosistemas litorales.
Todo esto pone de manifiesto la creciente insostenibilidad socioecológica de la economía española fundamentada en un proceso de terciarización y europeización económica que tiene importantes repercusiones en el flujo de servicios al sobrepasar los límites biofísicos de los ecosistemas.
La respuesta institucional principal frente a este escenario no deseado, se relaciona con dos líneas de actuación principales centradas en especies amenazadas y áreas protegidas. Desde finales de los años 90 han aumentado linealmente el número de Estrategias Nacionales de Conservación las cuales según la Ley 42/2007, se deben desarrollar para todas las especies en peligro de extinción presentes en más de una Comunidad Autónoma. Por otro lado, en las últimas dos décadas la superficie de los espacios naturales protegidos y su número, ha aumentado de manera exponencial, convirtiendo a España en el país que más superficie protegida aporta a la Red Natura 2000. Sin embargo, este proceso no ha supuesto una mejora en el estado de conservación de los ecosistemas y la perdida de biodiversidad.
El mensaje general que se deduce de esta realidad es que, a pesar del ingente esfuerzo que se está realizando, la respuesta institucional no ha sido la adecuada debido a que la eficacia de las estrategias implantadas para hacer frente a la degradación de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y de los servicios que proveen, se han focalizado en minimizar, generalmente de forma independiente, los efectos de los impulsores directos de cambio y no en gestionar las causas o impulsores indirectos de cambio (demográficos, económicos, sociopolíticos, género, ciencia y tecnología y culturales)
El bienestar humano de la población de España ha disminuido por la degradación de sus ecosistemas
Existe una confusión tradicional en España entre Nivel de vida (acumular y comerciar con bienes y servicios) y Calidad de vida (vivir bien) que durante las últimas décadas ha tenido serias repercusiones sobre la conservación de los ecosistemas. El incremento de la calidad de vida no debe tener repercusiones negativas sobre los ecosistemas, sin embargo la defensa del nivel de vida lo que realmente está degradando la capacidad de generar servicios de los ecosistemas en España, sin que esto se traduzca en incrementos del bienestar humano.
Hay conexiones claras entre los servicios de los ecosistemas y las diferentes dimensiones del bienestar o calidad de vida.
Los resultados del análisis multidimensional llevado a cabo en EME para evaluar el bienestar humano en España, muestran como éste ha sufrido un deterioro durante las últimas décadas ante el progresivo proceso de degradación que están experimentando los servicios de sus ecosistemas.
Mientras que algunos aspectos del bienestar -como la educación o la protección social- han mejorado notablemente, muchos otros, más intangibles -como las buenas relaciones sociales o la salud psíquica- se han visto negativamente afectados. Las aproximaciones al bienestar humano, basadas en el nivel de vida, han inducido estilos poco sostenibles en términos socioecológicos que sobrepasan claramente los límites biofísicos de los ecosistemas. La alternativa a la insostenibilidad que el actual modelo de crecimiento económico ha provocado dependerá, en buena medida, de la capacidad que tengamos como sociedad para transformar nuestro estilo de vida.
La crisis actual abre una oportunidad de iniciar el camino de la transición a la sostenibilidad
Actualmente la sociedad española está constatando realidades socioecológicas no deseadas, a las que nos ha conducido el modelo de crecimiento económico por el que se ha apostado durante las últimas cinco décadas. EME ha puesto de manifiesto que todavía queda suficiente “capital natural” en España como para proporcionar a esta y a las próximas generaciones un futuro prometedor que tome como referencia el bienestar de sus habitantes. Pero advierte asimismo de la urgencia de medidas necesarias que detengan y reviertan la degradación de ecosistemas y la perdida de biodiversidad.
Con la pérdida de “capital natural” nuestro país será cada vez mas vulnerable frente a crisis socio-económicas al incrementar su dependencia de ecosistemas fuera de nuestras fronteras para servicios de abastecimiento. También será más débil frente a perturbaciones naturales extremas asociadas a escenarios de cambio climático.
La crisis financiera actual, que ha generado quebrantos en el sistema económico, ofrece la posibilidad de impulsar un cambio en nuestro modelo de desarrollo socioeconómico e iniciar una verdadera transición hacia la sostenibilidad. Es necesario impulsar procesos de creación, innovación y experimentación, que fomenten las capacidades de los ecosistemas, los individuos, la sociedad y sus instituciones para evitar los mismos errores del pasado y poder gestionar el cambio.
El gran desafío está en lograr una gestión del territorio que gestione de forma sostenible, la capacidad de los ecosistemas de suministrar servicios a la sociedad, conservando su integridad y resiliencia, es decir, su capacidad adaptativa frente a sorpresas o perturbaciones de origen natural o antrópico, como la única forma de asegurar el bienestar de sus habitantes ante los desafíos que plantea el Cambio Global.
Desde la demanda de intentar buscar soluciones mediante estrategias de pensamiento y acción innovadoras, EME quiere poner los cimientos sólidos para una aproximación a lo que puede ser un nuevo tipo de políticas de conservación basadas en la gestión de los vínculos entre los ecosistemas, la biodiversidad y el bienestar humano, pretende mostrar la sociedad con datos empíricos que los ecosistemas y la biodiversidad de España son la base de nuestra subsistencia. Trata en definitiva de romper el tradicional conflicto entre conservación y desarrollo que ha venido dominando los foros conservacionistas y los discursos políticos, por la nueva propuesta de Conservación de los ecosistemas y la biodiversidad para el Bienestar Humano.
Referencias

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Carlos Montes - Fernando Santos - Berta Martín López - José González - Mateo Aguado - César López Santiago
Javier Benayas
Laboratorio de Socioecosistemas.Departamento de Ecología
Universidad Autónoma de Madrid
Antonio Gómez Sal
Departamento de Ecología
Universidad de Alcalá

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