Respecto al
reciclado mecánico, consiste en lavar, triturar y fundir estos plásticos
para volver a generar material, lo que conlleva una serie de problemas.
ECOticias.
En la actualidad, los residuos plásticos urbanos se trasladan a
una planta de tratamiento donde, aproximadamente, la mitad se recupera
para un nuevo uso. De esta fracción que se reutiliza, una parte es
tratada mediante reciclado mecánico y la otra se valoriza
energéticamente (por ejemplo, a través de la incineración con
recuperación de energía).
Respecto al reciclado mecánico, consiste en lavar, triturar y fundir
estos plásticos para volver a generar material, lo que conlleva una
serie de problemas. Uno de ellos es la necesidad de que la corriente de
plástico sea bastante pura, es decir, que no esté contaminada con otras
fracciones de plásticos u otros materiales. Otro, es que el ciclo de
aprovechamiento del plástico no posibilita que el reciclado mecánico se
pueda llevar a cabo indefinidamente, ya que el nuevo producto que se
obtiene pierde propiedades.
La principal alternativa al reciclado mecánico es el reciclado
químico, un proceso más complejo y costoso pero que permite obtener un
plástico prácticamente puro. A través de distintos procesos químicos, es
posible romper las cadenas del polímero para volver al monómero inicial
o a otras sustancias que pueden aprovecharse para producir nuevo
plástico.
En esta línea de investigación trabaja desde hace varios años la
División de Medio Ambiente del centro tecnológico Cartif de Valladolid,
que acaba de concluir un proyecto nacional centrado en el desarrollo,
optimización y adaptación de tecnologías de reciclado químico para la
conversión de estos residuos en recursos. Bajo el título de Proquipol,
en este proyecto del extinto Ministerio de Ciencia e Innovación
cofinanciado con fondos Feder, también han trabajado otros tres centros
tecnológicos: Gaiker (País Vasco), Itene (Comunidad Valenciana) y Circe
(Aragón).
Dos tipos de tratamiento
Como detalla la investigadora de Cartif Lidia Martínez, se han
estudiado dos líneas de tratamiento. Por un lado, la solvólisis, que
consiste “en atacar al polímero con un disolvente para romper las
cadenas poliméricas”; y por otra, los tratamientos térmicos, basados “en
la aplicación de calor para deshacer estas cadenas”.
En cuanto a los residuos que se han empleado en la investigación,
están los PET, presentes en muchos de los envases de alimentos que
utilizamos día a día, como las botellas de agua; las espumas de
poliuretano, conocidas coloquialmente como gomaespuma; el polietileno,
con el que se hacen las bolsas de supermercado, o los RAE, siglas de
residuos de aparatos electrónicos.
Tras someter estos residuos plásticos a los distintos tratamientos
químicos y comparar los resultados obtenidos con polímero virgen, los
investigadores han constatado que “los rendimientos del proceso rondan
el 80 por ciento en casi todos los casos y las purezas, que se
determinan mediante la técnica de calorimetría diferencial de barrido,
son todas muy altas, cercanas al 95 por ciento”.
En cuanto a la viabilidad de una planta de reciclado químico de
plástico, el equipo científico ha comprobado que, a partir de unas 8.000
toneladas al año, la planta de tratamiento empieza a ser rentable.
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