“Nos
encontramos con una alta densidad de biodiversidad de vectores y de
varias especies nuevas: tres nuevas y otras por confirmar.
ECOticias.
Tres nuevas especies de vectores (insectos), descubiertos por el
grupo de Infecciones y Salud en el Trópico, de la Facultad de Medicina
de la Universidad Nacional (UN), representan un aporte importante para
la ciencia. La profesora Ligia Inés Moncada confirma la importancia de
esta investigación, desarrollada en los dos últimos años en la cuenca
alta del Otún, en cuatro puntos (en la laguna y en las veredas El
bosque, Ucumari y el Cedral).
“Nos encontramos con una alta densidad de biodiversidad de vectores y
de varias especies nuevas: tres nuevas y otras por confirmar. Cabe
anotar que la familia de insectos que ha estado implicada en otras
latitudes en la transmisión de esos parásitos es la Simuliidae
(simúlidos), conocida en Colombia como jejenes”, señala.
Al primero de estos vectores se le ha dado el nombre de Simulium
quimbayense, en honor de los indígenas que habitaron esta tierra. De
acuerdo con la profesora, se trata de un insecto muy especial, pues
pertenece a un subgénero de mosquitos que solamente se había encontrado
hasta Ecuador; de hecho, los investigadores creían que no era posible
hallarlo más hacía el norte, pese a que habían hecho una búsqueda
exhaustiva.
En segundo lugar, continúa la directora, está el subgénero "Machete",
denominado así en honor de una familia de campesinos que apoyó el
trabajo de los estudiantes. Este llama mucho la atención porque
actualmente hay 16 especies descritas en el mundo, 9 en Colombia, de las
cuales se encontraron 7.
Y, la tercera, aun en proceso de descripción, se le conoce como
"Paulina Muñoz", en reconocimiento a la profesora que más ha trabajado
con esta familia de insectos.
El descubrimiento
La importancia de este hallazgo tiene varias aristas. Por una parte,
es relevante por el hecho de conocer la biodiversidad del país en todos
sus aspectos. Por otra, desde el contexto evolutivo, porque motiva a
descubrir cómo estas especies resultaron en nuestro ecosistema.
Además, estos insectos proveen información sobre su hábitat, pues los
vectores viven en aguas tormentosas con bastante oxígeno. “Ese es un
trabajo que queda por hacer con estas especies de insectos, porque en el
lugar en que se encuentren tiene que haber buen oxígeno, es decir, la
calidad del agua debe de ser buena”, cuenta la profesora. Y, por último,
porque pueden transmitir enfermedades.
La investigación también reveló que en el Otún la densidad de
insectos es bastante alta. Tanto que a las mulas, por ejemplo, les
producen una aguda dermatitis. Y a los humanos, en el pico de actividad
de los insectos, lo único que les queda por hacer es esconderse. “Si
bien existe este fenómeno, lo que hay que descubrir es de dónde se
alimentan y por qué son tan abundantes en el Otún, porque en Manizales
no hay ni la riqueza ni la abundancia de especies”, asevera Moncada.
Para la directora, lo que queda es identificar una línea base para
observar las condiciones ecológicas, y proponerlas como indicadores de
calidad de agua. Asimismo, resta desarrollar la parte más básica de la
investigación, para establecer la filogenia asociada a los cambios que
hubo en la tierra.
Este trabajo hace parte de un proyecto financiado por Ecopetrol que
busca analizar la biodiversidad de parásitos de aves y sus posibles
vectores.
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